top of page

El gallo que cayó del cielo 

  • Foto del escritor: Luciana Christiansen
    Luciana Christiansen
  • 5 jul
  • 5 Min. de lectura
El Sr. Top Top
El Sr. Top Top

A veces el amor llega en forma de plumas rotas. Contenido en el cuerpo más frágil. Así llegó el Sr. Top Top a nuestras vidas. 

 

Era el año 2013. Vivíamos en un departamento minúsculo en la colonia Escandón, en el cuarto piso de un edificio que parecía haber sido olvidado por el tiempo. Justo enfrente, otros cinco jóvenes ocupaban otro departamento en un edificio idéntico. Vivían entre risas y una arrogancia sorda que no sabía medir sus consecuencias. 


Ese era el departamento en el cual vivían las personas que lo compraron para comerlo.
Ese era el departamento en el cual vivían las personas que lo compraron para comerlo.

 

Un día apareció una caja de cartón en su balcón. De esa caja, días después, asomó una pequeña cabeza. Era la cabeza de un pollo. Pasaron seis días y nadie se acercó a darle agua, nadie le dio comida. Nadie se preocupó por él. 


Allí se puede ver la caja en la que lo tuvieron 6 días y a la derecha el asador en el que planeaban asarlo.
Allí se puede ver la caja en la que lo tuvieron 6 días y a la derecha el asador en el que planeaban asarlo.

 

El séptimo día decidieron sacarlo. pero no sabían cómo matarlo. Tampoco sabían cómo limpiarlo, el pollo ya no se veía comestible, solo débil, sucio, exhausto y enfermo. Y entonces, en una escena que aún me duele contar, lo lanzaron por el balcón. Desde el cuarto piso. Hacia la calle. Como si no fuera nadie. Como si no importara. Yo lo vi desde nuestro balcón, pero no supe qué hacer. Desde esa altura, y en las terribles condiciones que estaba el ave, asumí que había muerto al instante. Llorando y con el corazón roto decidí meterme y seguir haciendo mis cosas. 

 

Pero la vida no siempre es lo que esperamos y cosas inesperadas ocurren todo el tiempo. Media hora después de haber visto esa escena, escuché un alboroto en la calle. Niños arremolinados en la calle formaban un círculo alrededor de algo, era el gallo, que milagrosamente estaba vivo, los niños le tiraban piedras, se reían, pero él —él seguía vivo. 

 

La primera foto que le tomé
La primera foto que le tomé

Salí corriendo sin pensarlo. Lo tomé entre mis brazos como quien recoge algo que el mundo decidió olvidar. No creímos que sobreviviera esa noche. Pero nos pareció injusto que muriera sin conocer la bondad y la tranquilidad. Esa noche durmió en una caja en nuestra cocina, le hicimos una camita tibia y le hablamos un poco. Le dimos agua y jitomate picado. 

Al día siguiente esperábamos lo peor, yo estaba lista para lidiar con el dolor, pero al abrir la cocina, allí estaba, un poco más despierto, un poco más feliz. Después de eso cada día despertaba esperando lo pero, pero cada día estaba más fuerte, caminaba mas, nos miraba, y

curioseaba nuestras cosas.  

 

ree

Lo llamamos Sr. Top Top, por el sonido que hacía cuando se asustaba. El primer mes creímos que era una gallina. En aquel momento todavía Aldo y yo éramos vegetarianos, y hablábamos de que tal vez pondría huevos. 

Salimos de paseo cinco días, al regresar descubrimos que la gallina era en realidad un gallo. ¿Cómo descubrimos eso? Porque cantaba horrible todos los días desde las 6:00am. Era horrible, pero cantaba con felicidad y con orgullo.  

 

Nuestras madres insistieron en que lo lleváramos a una granja, decían que no era posible tener un gallo en la ciudad. Pero ya no podíamos dejarlo ir, se había robado nuestros corazones.  


 

Se convirtió en un personaje del barrio. La gente pasaba por nuestra calle solo para saludarlo. Él se subía al borde del balcón, abría sus alas como un ídolo, y entonaba su sinfonía desafinada. 


Aldo y el Sr. Top Top cuando aún creíamos que era una gallina.
Aldo y el Sr. Top Top cuando aún creíamos que era una gallina.

 

 

Algo que aprendió de los gatos.
Algo que aprendió de los gatos.
ree

Los vecinos que lo lanzaron se mudaron a los pocos meses. No aguantaron tener que verlo todos los días. El gallo los observaba cada día desde su torre de control. Los miraba fijamente todo el día, todos los días.  

 

ree

No tardamos mucho en darnos cuenta de lo increíble que era. Era inteligente, valiente, sensible, amoroso. Los gatos aprendieron a respetarlo, y él aprendió de ellos a comportarse como gato, sentarse con nosotros a ver la tele, y pedir rascado. Entendía cuando lo regañábamos. Lloraba cuando lo encerrábamos para dormir y aun no tenía sueño. Respondía a su nombre. Era, uno más de la familia. 

 

Nosotros, que creíamos que las gallinas eran torpes, descubrimos que la torpeza era nuestra. 

 

Nos mudamos a un departamento más grande, con plantas. Allí vivió libre, con nosotros y allí descubrimos que tenía amigos: dos palomas que compartían su comida.  

La paloma que se ve arriba es una de sus amigas.
La paloma que se ve arriba es una de sus amigas.

 

Una de mis fotos favoritas, un retrato que me hizo Aldo y el Sr. Top Top en el fondo.
Una de mis fotos favoritas, un retrato que me hizo Aldo y el Sr. Top Top en el fondo.

Fue por él que llegamos al veganismo, después de amarlo tanto empezamos a investigar cómo podíamos darle una mejor vida y una cosa llevó a otra y sin darnos cuenta estábamos viendo videos sobre la realidad de la industria del huevo y la industria de la leche. Él mismo día que vimos esos videos tomamos la decisión, y nunca más volvimos a consumir productos animales. Fue él quien nos llevó a ese camino, y cambió nuestras vidas para siempre. 

ree

Don Gatone y la Sra. Popinsky viendo al Sr. Top Top.
Don Gatone y la Sra. Popinsky viendo al Sr. Top Top.

ree

 

Un día enfermó de las patas, una deformación causada por desnutrición en sus primeras semanas de vida, pero rápidamente lo solucionamos, el veterinario nos dijo que, bien alimentado, un gallo como él podía vivir hasta veinte años, lamentablemente no fue así... Vivíamos en Colinas del Sur, cerca de Las Águilas, allí, como su nombre lo indica, todavía hay águilas. El 7 de junio de 2016, varias de ellas lo atacaron y así terminó su vida. 



Este fue el atardecer el día que murió.
Este fue el atardecer el día que murió.

 

Vivió cuatro años con nosotros. Pero transformó todas nuestras décadas. 

Nos enseñó que el amor no tiene especie, ni lenguaje, que el respeto es un derecho, no un privilegio. Que salvar una vida puede, sin quererlo, salvar también la tuya. 

 

Fue por él que dejamos de comer animales. Fue por él que dejamos de consumir lo injustificable. Fue por él que decidimos no participar más del ciclo de opresión y violencia. No como acto de pureza, sino como un acto de amor. 

 

Aún hoy, nueve años después, no puedo contar (o escribir) esta historia sin quebrarme y llorar.  En su canto roto había una música que aún resuena. Porque en su breve paso por el mundo, nos recordó algo que habíamos olvidado: Que cada vida cuenta, que cada ser importa, que incluso quien fue arrojado al olvido puede volverse guía. 

 

ree

Su cuerpo volvió a la tierra, lo enterramos en una maceta con un pequeño árbol. Y con él, nacieron hojas, flores, raíces nuevas. 

Su espíritu sigue en cada decisión, en cada comida, en cada acto de ternura que sembramos desde entonces. 

 

Gracias, Sr. Top Top. 

Por tu mirada. 

Por tu canto. 

Por quedarte con nosotros. 

Y por enseñarnos que amar, realmente amar, es aprender a ver y resistir. 

ree

 


Una bonita canción para acompañar la lectura rápida.

 

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


  • Instagram
  • Facebook

Recibe novedades

¡Gracias por tu mensaje!

Colaboraciones

Para consultas comerciales y de RR. PP., contacta a:
veganeriamx@gmail.com

Whatsapp 55 30551755

Puedes contactarnos directamente

¡Gracias por tu mensaje!

© 2025 Creado por MUF

bottom of page